Demografía
Sobre el espacio geográfico en cuestión viven 44 millones de colombianos de
raza tri-étnica resultado del complejo proceso de mestizaje iniciado en los
tiempos de la colonia, donde la raza blanca europea, la negra africana y la
indígena nativa al mezclarse en diferentes momentos y condiciones dieron origen
a los grupos humanos que caracterizan a la población colombiana.
La población colombiana ha crecido con enorme rapidez: 8.700.000 habitantes
en 1938, 18.000.000 en 1965 y casi 28.000.000 en 1985. Este aumento no se ha
debido al aporte inmigratorio, sino al crecimiento natural, que llegó a ser del
3,7% anual y se mantiene en cifras próximas al 2%, tasa que responde a un
índice de natalidad elevado (30%) y a una mortalidad bastante baja (7%). La
distribución de los habitantes es muy irregular, con grandes diferencias en la
densidad. Las gentes que viven en la zona urbana representan el 66% del total;
el 30% vive en Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla. Se estima que un 11% de
la población colombiana es analfabeta.
En la Costa Pacífica predomina la población negra, en la Atlántica la
población negra se mezcla con la indígena y blanca para constituir el tipo
costeño, en la zona andina la población mestiza es predominante, en la región
central y centro occidental predomina la blanca, en los llanos la población es
mestiza, en el sur la población es mestiza con un fuerte componente indígena y
en la selva del amazonas predominan diferentes grupos indígenas primitivos. Por
lo tanto, los tipos humanos presentes en Colombia son el resultado de la
conjunción de variadas razas con tendencia a estabilizarse en determinadas
regiones dando lugar a un tipo humano con rasgos muy propios en cada región en
cuanto a su modo de pensar, sentir y actuar y que se materializa en el habla,
vestuario y costumbres que los caracterizan y diferencian de los demás (Romero,
M., et al, 1993).
El cundiboyacense se localiza en Cundinamarca y Boyacá, siendo el prototipo
del mestizo que habita en las ciudades y campos, suele ser cortés, formal y bastante
reservado, aún cuando en ocasiones se torna locuaz y conversador. El hombre
campesino es muy trabajador, tímido y desconfiado, actitudes que se fueron
consolidando en la mezcla del español con el indígena y más tarde con el
afianzamiento de la vida campesina durante los siglos XIX y XX en la región del
altiplano que le da su nombre. Con temperamento pacífico en la zona rural y
pequeños municipios es muy apegado a las tradiciones religiosas católica, a sus
convicciones políticas de corte conservador y a sus costumbres. Es respetuoso
de las opiniones de los demás, combina su trabajo agrícola, pecuario (ganadero)
y minero en los campos, con el comercio y los oficios en las ciudades. Gusta de
la diversión y el consumo de cerveza, cultiva la música andina de cuerda (carranguera y guasca), sus danzas folclóricas y viste la ruana el atuendo
típico de los climas fríos.
El bogotano, por la ubicación de la ciudad como un distrito especial y
capital, ha desarrollado desde la época colonial una cultura propia. Este se caracteriza
por altos porcentajes de población blanca y de influencia española, que desde
su condición como capital de virreinato, obtuvo enormes migraciones españolas.
Si bien, la sabana de Bogotá es el centro religioso de Colombia, el bogotano se
ha caracterizado por tener una cultura moderna, y más liberal. Hoy en día, se
diferencia bastante de la cultura andina tradicional, ya que esta ciudad ha
recibido enorme influencia internacional, y migraciones de Colombia. Se
caracteriza por ser educado, respetuoso, valorar el arte (música, pintura,
danza, ballet, teatro y arquitectura) y el interés en la política. Viste de
abrigos y traje, y gran apego a la cultura europea. Se desempeña como una
región de enorme autoestima y valoración de la clase, siendo considerados
personas elitistas. En repetidas ocasiones, se describe como poseedor de un
acento neutro y de gran apreciación por el buen uso del español.
El paisa habita el departamento de Antioquia
y el llamado eje cafetero. Se caracteriza por ser un hombre de empresa,
magnífico comerciante y con espíritu de aventura, estimulado en el pasado por
el ímpetu de la colonización antioqueña de finales del siglo XIX, la extensión
del cultivo del café a comienzo del siglo XX, nuevo prototipo que se opone al
tradicional arriero antioqueño.
Es muy amante del hogar y la vida en familia, con gran capacidad de conversar,
amante de sus tradiciones y orgulloso de sus ancestros; en los campos viste la
indumentaria propia de los arrieros que muestran con orgullo cada año en el
tradicional “Desfile de Silleteros” cuando los campesinos bajan del Alto de Santa Elena para mostrar la belleza de su
región y las costumbres expresadas en las silletas con
flores cargadas por hombres y mujeres ejemplo del orgullo paisa. En la zona
urbana es el hombre aguerrido, emprendedor y hábil negociante que gusta de las trovas, el aguardiente,
las habladurías en interminables tertulias y la bandeja
paisa.
El costeño tiene un temperamento
eufórico, es gran conversador, despreocupado, amante de la música, el baile, el
trago y las parrandas. Es amante de
cierta liberalidad en las ideas y costumbres.
Los de la Costa Pacífica son un poco más reservados, taciturnos y muy
laboriosos, conservan los rasgos de la raza negra y son el grupo más
significativo de los llamados afrocolombianos.
Se caracterizan por su gran fortaleza física, que les permite destacarse en las
labores agrícolas, mineras, en el trabajo en los puertos y muchos de ellos han
llegado a ser grandes glorias del deporte colombiano y de la música tropical.
El santandereano habita en la región oriental y tiene más sangre blanca que
indígena, es franco altivo y hasta rebelde, es orgulloso de su pasado comunero
emancipador y su verraquera a la hora de tener que trabajar o luchar por su
tierra, sus ideas o sus aspiraciones. Es laborioso, autónomo y gran
comerciante. Gusta del baile, las fiestas y tiene gran sentido cooperativo, su
lenguaje es fuerte. En la zona de Cúcuta se aprecia un tipo de hombre
bullicioso, pendenciero y despreocupado, con la seguridad que le da vivir en
una zona de frontera donde Venezuela se ofrece como una gran oportunidad de
negocios y vida cómoda.
El tolimense huilense es
de costumbres sencillas con profundo sentimiento de hospitalidad y honestidad,
ama la vida del campo y es entusiasta trabajador, respetuoso apegado a la
tierra y a sus creencias expresadas en mitos, leyendas y rajaleñas, gusta de la música, el trago y el baile
del Sanjuanero. El bambuco es el
aire típico más importante.
El nariñense o pastuso muestra sus profundas raíces indígenas, de
temperamento altivo, valeroso y hospitalario, de gran religiosidad y apego por
sus creencias, se han ganado la fama de ingenuos. Trabajan la agricultura y las
artesanías con gran virtuosismo.
El llanero es un mestizo luchador nato, capaz de derribar a un toro, domar
un potro o realizar cualquier faena campestre con prontitud y eficacia,
orgulloso de su estirpe libre tiene un temperamento altivo y valeroso, es
franco y muy hospitalario. Amigo de la tradición, conoce dichos, mitos, leyendas
y rezos de gran eficacia en su cotidiano vivir. El joropo acompañado con el arpa es la nota folclórica más
destacada de los hombres del llano que se hermanan con los habitantes del llano
venezolano.
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